Traté de salvarte, pero no podía luchar contra ti.
Te convertiste en el
arma y en la víctima a un mismo tiempo. Eras la única persona capaz de herirte.
Pero también la única
capaz de curarte.
Me recuerdo corriendo
hacia a ti mientras te alejabas. Extendiendo el brazo con la vana esperanza de
alcanzarte.
Pero, en ese glorioso
momento en el que estaba a tan solo centímetros de ti, a punto de llegar a tu
altura, rabiando del deseo de querer salvarte, saboreando el momento en el que
por fin te miraría a los ojos y te diría
“quédate”
o “no hagas esto”
o “no me hagas esto”
o simplemente “no”…
… te escurrías de entre mis dedos y te alejabas serpenteando
y corriendo de nuevo.
Corriendo siempre.
Huyendo de todos.
De mi.
De ti.
Solo tú podías salvarte.
Cuando por fin te
detuviste; cuando por fin me dejaste pararme delante de ti y mirarte a los
ojos…
Tenías la esperanza a
tus pies, pero no te dignaste a bajar la mirada.
Y, para cuando yo me
agaché a recoger esa esperanza por ti
(y tras ponerme en pie, con los últimos restos de la caja de
Pandora revolviéndose entre mis manos), tú ya te habías ido.
Pisoteabas las
ilusiones como pisoteabas las flores caídas de los árboles en primavera.
Sin importarte nada.
Sin importarte nadie.
Sin importarte yo.
¡Hola! Soy Aurora del grupo de whatapp, te sigo y espero que me sigas ^^
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